León Felipe
Aunque el propio León Felipe dijera: "Los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino", podemos intentar hacer un breve resumen de su interesante vida.
Nace en 1884 en Tábara, pueblo de Zamora, hijo de un notario. Su verdadero nombre era Felipe Camino Galicia de la Rosa. Pertenecía a una burguesía acomodada. Estudió farmacia (llegó a tener una botica) pero renunció muy pronto a esa vida que él consideraba monótona y en cierto sentido privilegiada, para ejercer su libertad embarcándose en aventuras que le acercaran a sus semejantes. En su juventud viaja por España como actor de una compañía ambulante, más tarde pasa tres años en la cárcel, acusado de haber realizado un desfalco. Con su primer amor, una chica peruana llamada Irene Lambarri que conoció en Valmaseda (Vizcaya), sienta un poco la cabeza y se radica con ella en Barcelona, pero al poco tiempo se separan y León Felipe decide ir a la capital de España, probablemente ya con la idea de dedicarse a la poesía.
Versos y oraciones de caminante es su primer libro de poemas, años después titularía un poema: Versos y blasfemias de caminante, que leyó hacia 1919 en el Ateneo de Madrid. Pero siguiendo la premonición del título y de su auténtico apellido, tarda poco en iniciar sus caminos fuera de España: Solicita un empleo en los hospitales de Guinea y se embarca para la isla de Elobey. Allí permanece tres años para volver a España por poco tiempo y embarcarse, esta vez, hacia América.
En México se dedica a la enseñanza, actividad que recuerda la de Antonio Machado, al que siempre consideró su maestro. Conoce a Berta Gamboa, profesora también, con quien se casa. El matrimonio pasa a vivir a Norteamérica, donde traduce a Waldo Frank y a Walt Whitman y escribe un largo poema titulado Drop a star.
Al estallar la guerra civil española en 1936 vuelve a su tierra, totalmente identificado con el gobierno republicano y constitucional amenazado entonces por el levantamiento militar del general Franco. Su experiencia es desgarradora. En 1938 huye del bando nacional y se exilia definitivamente en México.
Es cuando escribe Español del éxodo y del llanto:
¡España, España!
todos pensaban
-el hombre, la Historia y la fábula-,
todos pensaban
que ibas a terminar en una llama...
y has terminado en una charca.
todos pensaban
-el hombre, la Historia y la fábula-,
todos pensaban
que ibas a terminar en una llama...
y has terminado en una charca.
Después de una larga vida enfrentándose a la injusticia a través de su verbo, fallece en México en 1968.
Fue uno de los mejores intérpretes del sentimiento español, humano, que supo transmitir intensamente en su poesía, como lo hizo su contemporáneo el peruano César Vallejo en España aparta de mí este cáliz. Sin embargo, a León Felipe no se le ha llegado a reconocer el innegable valor de su obra.
Por un lado, se le sitúa a caballo entre la Generación del 98 y la del 27, sin darle plenas credenciales en ninguna de las dos. Por otro, su origen burgués hizo que algunos lo encasillaran bajo la etiqueta de "señorito de provincias" aunque, como hemos visto, él rechazara desde su juventud tal condición. Su largo exilio republicano en México impidió que los críticos que permanecieron en la España franquista le prestaran atención: Vicente Gaos, en su obra Claves de la literatura española (Madrid, 1971) sólo lo menciona en cinco líneas y para incluirlo en un grupo de poetas que el autor considera de "segundo orden" que "no llegaron a desarrollar plena personalidad poética"; también es cierto, que el mismo Gaos considera "poetas menores" nada menos que a Prados y Altolaguirre Aunque la opinión crítica de este erudito pudo estar filtrada en tamices políticos, esa era, al fin de cuentas, la crítica que había en España durante la larga dictadura.
Su obra fue respetada, valorada y querida (que sería lo más importante para él) por sus compañeros de exilio y por la crítica mexicana. Juan Ramón Jiménez, con una poesía tan alejada de la de León Felipe, no fue muy generoso con él, en 1953 lo considera injustamente "el mejor de los de menos importancia".
Por un lado, se le sitúa a caballo entre la Generación del 98 y la del 27, sin darle plenas credenciales en ninguna de las dos. Por otro, su origen burgués hizo que algunos lo encasillaran bajo la etiqueta de "señorito de provincias" aunque, como hemos visto, él rechazara desde su juventud tal condición. Su largo exilio republicano en México impidió que los críticos que permanecieron en la España franquista le prestaran atención: Vicente Gaos, en su obra Claves de la literatura española (Madrid, 1971) sólo lo menciona en cinco líneas y para incluirlo en un grupo de poetas que el autor considera de "segundo orden" que "no llegaron a desarrollar plena personalidad poética"; también es cierto, que el mismo Gaos considera "poetas menores" nada menos que a Prados y Altolaguirre Aunque la opinión crítica de este erudito pudo estar filtrada en tamices políticos, esa era, al fin de cuentas, la crítica que había en España durante la larga dictadura.
Su obra fue respetada, valorada y querida (que sería lo más importante para él) por sus compañeros de exilio y por la crítica mexicana. Juan Ramón Jiménez, con una poesía tan alejada de la de León Felipe, no fue muy generoso con él, en 1953 lo considera injustamente "el mejor de los de menos importancia".
Es ahora que se vuelve sobre la poesía de este duro poeta leonés, sobre su grito terrible contra y a favor del mundo, de la "España desmembrada, del hacha, del llanto y la discordia." Poesía, a veces ruda, que se levanta en clara rebeldía contra la injusticia, el abuso y la insolidaridad:
Está muerta. ¡Miradla!
Los que habéis vivido siempre arañando su piel,
removiendo sus llagas,
vistiendo sus harapos
llevando a los mercados negros terciopelos y lentejuelas,
escapularios y cascabeles...
y luego no habéis sabido conservar este viejo negocio
que os daba pan y gloria,
quisierais que viviera eternamente.
Pero está muerta.
Miradla todos...
Los que habéis vivido siempre arañando su piel,
removiendo sus llagas,
vistiendo sus harapos
llevando a los mercados negros terciopelos y lentejuelas,
escapularios y cascabeles...
y luego no habéis sabido conservar este viejo negocio
que os daba pan y gloria,
quisierais que viviera eternamente.
Pero está muerta.
Miradla todos...
Producción de León Felipe
La producción literaria de León Felipe se inicia con "Versos y oraciones del caminante I" (1920-1929), obra poética cuya temática y sencillez formal corresponde a sus experiencias iniciales. Siguen "Versos y oraciones del caminante II" (1929) y "Drop a Star" (1933), que rompen todos los moldes del subjetivismo formalista de la época. Pero a su etapa de plena madurez poética corresponden obras como "La insignia" (1936), "El payaso de las bofetadas" (1938), "Pescador de caña" (1938), "El hacha" (1939), "Español del éxodo y del llanto" (1939), "El gran responsable" (1940), "Canto a mí mismo", "Ganarás la luz"... (1943), "España e hispanidad" (1947), "El ciervo" (1954) y "Oh este viejo y solo violín" (1968). En 1963 aparecieron en Buenos Aires sus Obras completas.
¿De qué hablan sus poemas?
De la justicia. Cree que la poesía debe transformar el mundo y convertirlo en algo digno de ser cantado.
Del llanto. Porque las lágrimas son necesarias para ganar la luz que redime el mundo.
De Dios. Le molesta que se manipule a Dios de forma partidista, convirtiéndolo en el Dios de unos pocos.
Del poeta. El poeta es el representante de Dios en la tierra tiene la sublime misión de cantar el amor y la justicia y de maldecir la violencia y la guerra.
De las dignidades eclesiásticas. El poeta dice que muchas veces el poder religioso disfraza la tragedia del hombre con engaños.
Del viento. Es "la voz antigua de la tierra", el eco y las resonancias de los poetas bíblicos y la sensibilidad para captar la multiforme realidad del mundo que le rodea.
Del hombre. Tras el primer pecado, el hombre vive en una condena inacabable y de ahí surge el impulso de escapar, la necesidad de viajar en soledad, de recorrer caminos en la vida y en la poesía.
De las circunstancias históricas. Salpica toda su poesía con fechas, nombres propios y datos sobre la historia de los pueblos. Cree que la voz poética tiene que nacer manchada de acontecimientos reales para ayudar al hombre a salvarse de lo circunstancial.
De don Quijote. El hombre debe ser un héroe como don Quijote, aunque éste lo es porque está asistido por la locura y la violencia de forma inconsciente, mientras que el hombre debe llegar a ser héroe consciente de su locura y de su violencia.
Del llanto. Porque las lágrimas son necesarias para ganar la luz que redime el mundo.
De Dios. Le molesta que se manipule a Dios de forma partidista, convirtiéndolo en el Dios de unos pocos.
Del poeta. El poeta es el representante de Dios en la tierra tiene la sublime misión de cantar el amor y la justicia y de maldecir la violencia y la guerra.
De las dignidades eclesiásticas. El poeta dice que muchas veces el poder religioso disfraza la tragedia del hombre con engaños.
Del viento. Es "la voz antigua de la tierra", el eco y las resonancias de los poetas bíblicos y la sensibilidad para captar la multiforme realidad del mundo que le rodea.
Del hombre. Tras el primer pecado, el hombre vive en una condena inacabable y de ahí surge el impulso de escapar, la necesidad de viajar en soledad, de recorrer caminos en la vida y en la poesía.
De las circunstancias históricas. Salpica toda su poesía con fechas, nombres propios y datos sobre la historia de los pueblos. Cree que la voz poética tiene que nacer manchada de acontecimientos reales para ayudar al hombre a salvarse de lo circunstancial.
De don Quijote. El hombre debe ser un héroe como don Quijote, aunque éste lo es porque está asistido por la locura y la violencia de forma inconsciente, mientras que el hombre debe llegar a ser héroe consciente de su locura y de su violencia.
Información preparada por: Leopoldo de Trazegnies Granda
FUENTES:
-Aproximaciones a la vida y obra de León Felipe. Leopoldo de Luis.
Cuatro conferencias pronunciadas en el Instituto de España en febrero de 1983.
-Aproximaciones a la vida y obra de León Felipe. Leopoldo de Luis.
Cuatro conferencias pronunciadas en el Instituto de España en febrero de 1983.
Edita: Instituto de España. Madrid, 1984.
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